Mi padre, cuando mis hermanos y yo éramos pequeños, nos contaba una historia muy bonita.
Érase una vez una serpiente que tenía muchas cabezas y que vivía en una cueva. Los campesinos de los pueblos cercanos vivían atemorizados por ella, se decía que mucha gente la había visto de lejos y que por lo visto era enorme, por lo que nadie se atrevía a matarla.
Pero cierto día llegó un joven con un caballo, llevando consigo un gran espejo que puso a la entrada de la cueva. Cuenta la leyenda que al verse reflejada la serpiente, dio un coletazo tan grande, con tanta fuerza, que rompió las patas al caballo.
Esta historia acaba aquí. Al ir transcurriendo mi infancia, adolescencia y juventud, la llevaba en mi recuerdo. Con la celebración de mi primer día de Sant Jordi, a mi llegada a Barcelona, en la cual resido hace ya muchos años, pude entender aquel sencillo relato contado por un padre que no daba fin a una historia porque a él se la habían contado así.
Sant Jordi y el dragón era la misma historia, contada en cada lugar de diferente manera.
Estas líneas van dedicadas a aquel padre que ya no está entre nosotros y cuyos hijos le pedían que acabase la historia. Él siempre respondía que el espejo hizo de puerta de la cueva porque en él se acumuló el deseo de los campesinos de que la serpiente no pudiera salir. Y así sucedió, se quedó dentro para siempre...
PALMIRA- PUNT DE DONES
Érase una vez una serpiente que tenía muchas cabezas y que vivía en una cueva. Los campesinos de los pueblos cercanos vivían atemorizados por ella, se decía que mucha gente la había visto de lejos y que por lo visto era enorme, por lo que nadie se atrevía a matarla.
Pero cierto día llegó un joven con un caballo, llevando consigo un gran espejo que puso a la entrada de la cueva. Cuenta la leyenda que al verse reflejada la serpiente, dio un coletazo tan grande, con tanta fuerza, que rompió las patas al caballo.
Esta historia acaba aquí. Al ir transcurriendo mi infancia, adolescencia y juventud, la llevaba en mi recuerdo. Con la celebración de mi primer día de Sant Jordi, a mi llegada a Barcelona, en la cual resido hace ya muchos años, pude entender aquel sencillo relato contado por un padre que no daba fin a una historia porque a él se la habían contado así.
Sant Jordi y el dragón era la misma historia, contada en cada lugar de diferente manera.
Estas líneas van dedicadas a aquel padre que ya no está entre nosotros y cuyos hijos le pedían que acabase la historia. Él siempre respondía que el espejo hizo de puerta de la cueva porque en él se acumuló el deseo de los campesinos de que la serpiente no pudiera salir. Y así sucedió, se quedó dentro para siempre...
PALMIRA- PUNT DE DONES
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada